Bajo sus narices

Tzrifin era una de las principales bases de las Fuerzas Armadas de Su Majestad en el Mandato Británico de Palestina. A 9 kilómetros de allí, en medio de un kibutz, estaba escondido bajo tierra el Instituto Ayalón, la mayor fábrica de armas del grupo de defensa judío clandestino conocido como la Haganá. Desde allí, unos 45 jóvenes trabajaban en la producción de balas calibre 9 milímetros, se arriesgaban en caso de ser descubiertos por los británicos a sufrir la pena de muerte por ahorcamiento. Entre 1945 y 1948 fabricaron 2.5 millones de balas. Esta industria secreta explica, en parte, la victoria de Israel en la Guerra de Independencia que muchos pronosticaban imposible.



Encima de la fábrica había una lavandería cuyo objetivo era hacer ruido para tapar el estruendo de la maquinaria subterránea. No había suficiente ropa sucia en todo el kibutz para tamaña empresa. Así es que expandieron el negocio ofreciendo los servicios de limpieza en la vecina ciudad de Rejovot. El principal cliente: el Ejército Británico.

Pero por más cantidad de uniformes militares que la Haganá dejara limpitos y relucientes, eso no explicaba el enorme consumo de electricidad del lugar. Suerte que los británicos nunca se enteraron que el grupo clandestino les robaba la electricidad. Tampoco supieron a dónde fueron a parar los cargamentos de pólvora que la Haganá les hurtó para el mismo fin. También el metal fue gentileza de la Corona: las balas se hacían de latón, una aleación de cobre y zinc que no había en Palestina y era necesario importar. El permiso de importación de tan peligroso material, se obtuvo haciendo creer a los británicos que se usaría para producir lápiz labial.

Tras la creación del Estado de Israel, la Haganá y otros grupos clandestinos fueron desmantelados, a partir de sus filas se creó a Tzahal, el Ejército de Defensa de Israel. Las fábricas subterráneas dejaron de funcionar al finalizar la guerra. Décadas más tarde el Majón Ayalón fue restaurado como museo.

El asno del Sultán

No quisiera provocar ningún incidente diplomático, por las dudas de que haya algún turco leyendo el blog, aclaro desde ya que no estoy tratando de burro al sultán otomano Abdul Hamid II (1842 - 1918). "El Asno del Sultán" era el apodo del Ferrocarril del Hiyaz, la red ferroviaria ideada por el susodicho para conectar Damasco con la zona de la península arábiga conocida como Hiyaz, donde se encuentran las dos ciudades más sagradas del Islam: Meca y Medina. Según las leyes del Islam, todo musulmán debe peregrinar por lo menos una vez en la vida a la Meca. El bueno de Abdul Hamid decidió que llegado el siglo XX no había por qué seguir cumpliendo con el precepto a lomo de burro, cuando era posible hacerlo en tren, al menos si se cuenta con un poquitín de dinero e ingenieros alemanes. Dicen las malas lenguas que el sultán no lo hacía por pura piedad religiosa, sino más bien por motivos comerciales y militares. De cualquier modo, la red nunca fue completada, para 1908 cuando el sultán fue depuesto por nacionalistas laicos, el tren llegaba hasta Medina pero aún no a Meca.


Abdul Hamid II

¿Qué tiene que ver todo esto con Israel? En 1905 fue inaugurado el "Ferrocarril del Valle" (Rakevet HaEmek) que conectaba Haifa con red del Ferrocarril del Hiyaz, pasando por el Valle de Jezreel y cruzando el Río Jordán. A partir de entonces el tren se entrelazó en forma inseparable con la historia del lugar en un período especialmente ajetreado. Pasó de manos de un imperio a otro (del otomano al británico en 1918), sobrevivió a dos guerras mundiales, fue blanco de ataques de dos rebeliones (revuelta árabe 1936-1939, rebelión hebrea de 1945-1946), impulsó el nacimiento de kibutzim y moshavim en el valle, vio el auge y la caída de las colonias templarias. También estimuló el crecimiento del puerto de Haifa, antes del tren no era más que un pequeño puerto de pescadores, hoy en día es el mayor puerto de Israel.

Edificio histórico de la antigua estación de Haifa.

Dejó de funcionar en 1948, para 1954 las vías y las viejas locomotoras a vapor fueron vendidas como chatarra. En las décadas siguientes hubo varios planes fallidos para renovarlo, hasta que finalmente comenzaron las obras el año pasado. Si le creemos a las autoridades oficiales se supone que el trayecto Haifa - Beit Shean, será inaugurado en el 2016. Confiando en la burocracia estatal, apuesto una oreja a que no será antes del 2020. Pero quién sabe, quizás algún día renueven toda la red y podamos viajar en tren de Israel a Jordania, Siria y Arabia Saudita. Total, soñar es gratis. Mientras tanto se puede visitar el museo dedicado a la legendaria Rakevet HaEmek en la antigua estación de Kfar Yeoshúa, recientemente restaurada para tal fin.

Nota: fotos tomadas de wikimedia commons.

Actualización: la estación de tren de Beit Shean, sí fue inaugurada en el 2016.